Aunque los resultados de la XVI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático — llamada oficialmente 16ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP16)—, realizada en Cancún, México, en diciembre pasado no satisficieron a la mayoría de participantes, “se ha podido salir del estancamiento y se han dado pasos hacia acuerdos globales”, a decir de Eduardo Calvo, científico peruano miembro del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).
Calvo se refería al fracaso de la cumbre climática de Copenhague, Dinamarca, en el 2009, que no arribó a acuerdos vinculantes sobre reducción de gases de efecto invernadero (GEI), causantes del calentamiento global. Entonces, se hizo un acuerdo a puerta cerrada, fuera de la cumbre oficial, impulsado por Brasil, China, EEUU, India y Sudáfrica, que incluía, entre otras cosas, una reducción voluntaria de emisiones por parte de los países que promovieron esa “minicumbre’”. De ahí que la Organización de Naciones Unidas llamó a dicho acuerdo “una mera declaración de intenciones”.
Ahora, en Cancún, se han alcanzado otros acuerdos, modestos, pero que evitaron la sensación de fracaso que flotó en Copenhague y que deberán seguir siendo procesados en la nueva cumbre que tendrá lugar en Durban, Sudáfrica, hacia fines de este año.
Entre los compromisos alcanzados en la COP16 se cuentan los siguientes: mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 2º Celsius, pero sin adoptar medidas concretas para la reducción de emisiones de GEI y la probabilidad de que el Protocolo de Kyoto sobre cambio climático —aprobado en 1997 y que entró en vigencia en el 2004 tras la ratificación de Rusia — se extienda. El Protocolo de Kyoto expira en el 2012.
También se aprobó la creación del “Fondo Verde Climático”, que sería administrado por el Banco Mundial, y que tratará de movilizar US$100 millardos hasta el 2020 (inicialmente se contarían con $30 millardos aportados por EEUU, la Unión Europea y Japón), destinados a ayudar a los países en desarrollo a reducir sus emisiones de GEI y enfrentar el impacto del cambio climático.
“Los acuerdos contienen una serie de elementos positivos —acota Calvo— y aunque no llegan a cubrir las expectativas, tienen programada una revisión de metas en el año 2015 que permitirá mejorarlas”.
También se abre la posibilidad de monitorear las reducciones de GEI de países no comprometidos con el Protocolo de Kyoto (particularmente EEUU), pero siempre y cuando, como pedía China, éstas hayan sido financiadas por países desarrollados.
El papel de la región
Para Calvo, América Latina tiene un rol fundamental en el debate sobre el cambio climático, aunque no exista un consenso pleno en el tema debido a diferencias políticas.
En Cancún, Bolivia quedó sola frente a los 193 países participantes en su oposición a los acuerdos, señalando que no son suficientemente enérgicos para evitar el aumento del calentamiento global. No recibió el apoyo ni de sus aliados en la región como Nicaragua y Venezuela, este último país petrolero.
Además de Brasil, que en la cumbre climática del 2009 tuvo un rol destacado, “hay también una participación muy relevante de Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala y Perú”, apunta el especialista. Además, la costarricense Christiana Figueres, es desde mayo del año pasado la secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, a la vez que Costa Rica promete ser libre de carbono para el 2021.
A pesar de que toda la región apenas produce el 12% de las emisiones mundiales de GEI, según el Banco Mundial, principalmente por deforestación y uso de combustibles fósiles, su vulnerabilidad es muy grande. De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), a partir de la década de 1970 la cantidad de personas afectadas por eventos extremos en la región creció de manera alarmante, pasando de 5 millones en ese momento a más de 40 millones en el periodo del 2000 al 2009.
Las naciones latinoamericanas y caribeñas podrían acceder al “Fondo Verde Climático”. Dado que la deforestación es la mayor fuente de emisiones de GEI en la región, la posibilidad de que América Latina capte fondos para mantener sus bosques en pie —tal como ha solicitado Ecuador para no explotar el petróleo que se encuentra en el Parque Nacional Yasuní—, crece.
El mecanismo REDD
Parte del Fondo Verde Climático será destinado al mecanismo denominado Reducción de Emisiones por Evitar la Deforestación y Degradación de Bosques (REDD), que forma parte de los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL) —incluidos en el Protocolo de Kyoto— y cuyo objetivo es reducir las emisiones de los seis GEI que causan el calentamiento global: dióxido de carbono (CO2), gas metano, óxido nitroso, hidrofluorocarbono, perfluorocarbono y hexafluoruro de azufre, estos tres últimos gases industriales fluorados.
Según Calvo, “este tema ha avanzado exitosamente y cuenta con una serie de salvaguardas sociales y ambientales para prevenir cualquier uso perverso del mismo”.
Algunos países de la región como Brasil, Colombia, Ecuador, México y Perú, al igual que organizaciones ambientalistas internacionales como Greenpeace o Conservación Internacional, han coincidido en impulsar este complejo mecanismo que permite a los países desarrollados pagar para mantener los bosques en pie en otras regiones del mundo, de tal forma que estos importantes sumideros compensen lo que ellos no están reduciendo.
Greenpeace, sin embargo, ha alertado que no queda claro de dónde saldrá el dinero para el Fondo Verde Climático, y habrá que debatir qué regiones tendrán la prioridad para acceder al mismo.
Una región particularmente vulnerable al cambio climático es el Caribe, parte de la cual podría llegar a desaparecer con la elevación del nivel del mar a consecuencia del cambio climático. Según la Alianza de Pequeñas Islas Estado (AOSIS, por sus siglas en inglés), formada por naciones del Caribe, África y Oceanía, el aumento de 1 metro en el nivel del mar para el 2100 podría significar un retroceso de 100 metros en la línea costera, provocando daños superiores a los $6 millardos anuales.
Infraestructura básica, hospitales, escuelas, viviendas, tierras agrícolas e instalaciones turísticas se encontrarán en riesgo, particularmente en Bahamas, Belice y Trinidad y Tobago. Los daños podrían ser mayores, ya que las estimaciones no toman en cuenta el derretimiento de los glaciares, huracanes y tormentas tropicales cada vez más intensas, o la pérdida de coral.
Autor: Ramiro Escobar
Fuente: Noticias Aliadas
Calvo se refería al fracaso de la cumbre climática de Copenhague, Dinamarca, en el 2009, que no arribó a acuerdos vinculantes sobre reducción de gases de efecto invernadero (GEI), causantes del calentamiento global. Entonces, se hizo un acuerdo a puerta cerrada, fuera de la cumbre oficial, impulsado por Brasil, China, EEUU, India y Sudáfrica, que incluía, entre otras cosas, una reducción voluntaria de emisiones por parte de los países que promovieron esa “minicumbre’”. De ahí que la Organización de Naciones Unidas llamó a dicho acuerdo “una mera declaración de intenciones”.
Ahora, en Cancún, se han alcanzado otros acuerdos, modestos, pero que evitaron la sensación de fracaso que flotó en Copenhague y que deberán seguir siendo procesados en la nueva cumbre que tendrá lugar en Durban, Sudáfrica, hacia fines de este año.
Entre los compromisos alcanzados en la COP16 se cuentan los siguientes: mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 2º Celsius, pero sin adoptar medidas concretas para la reducción de emisiones de GEI y la probabilidad de que el Protocolo de Kyoto sobre cambio climático —aprobado en 1997 y que entró en vigencia en el 2004 tras la ratificación de Rusia — se extienda. El Protocolo de Kyoto expira en el 2012.
También se aprobó la creación del “Fondo Verde Climático”, que sería administrado por el Banco Mundial, y que tratará de movilizar US$100 millardos hasta el 2020 (inicialmente se contarían con $30 millardos aportados por EEUU, la Unión Europea y Japón), destinados a ayudar a los países en desarrollo a reducir sus emisiones de GEI y enfrentar el impacto del cambio climático.
“Los acuerdos contienen una serie de elementos positivos —acota Calvo— y aunque no llegan a cubrir las expectativas, tienen programada una revisión de metas en el año 2015 que permitirá mejorarlas”.
También se abre la posibilidad de monitorear las reducciones de GEI de países no comprometidos con el Protocolo de Kyoto (particularmente EEUU), pero siempre y cuando, como pedía China, éstas hayan sido financiadas por países desarrollados.
El papel de la región
Para Calvo, América Latina tiene un rol fundamental en el debate sobre el cambio climático, aunque no exista un consenso pleno en el tema debido a diferencias políticas.
En Cancún, Bolivia quedó sola frente a los 193 países participantes en su oposición a los acuerdos, señalando que no son suficientemente enérgicos para evitar el aumento del calentamiento global. No recibió el apoyo ni de sus aliados en la región como Nicaragua y Venezuela, este último país petrolero.
Además de Brasil, que en la cumbre climática del 2009 tuvo un rol destacado, “hay también una participación muy relevante de Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala y Perú”, apunta el especialista. Además, la costarricense Christiana Figueres, es desde mayo del año pasado la secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, a la vez que Costa Rica promete ser libre de carbono para el 2021.
A pesar de que toda la región apenas produce el 12% de las emisiones mundiales de GEI, según el Banco Mundial, principalmente por deforestación y uso de combustibles fósiles, su vulnerabilidad es muy grande. De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), a partir de la década de 1970 la cantidad de personas afectadas por eventos extremos en la región creció de manera alarmante, pasando de 5 millones en ese momento a más de 40 millones en el periodo del 2000 al 2009.
Las naciones latinoamericanas y caribeñas podrían acceder al “Fondo Verde Climático”. Dado que la deforestación es la mayor fuente de emisiones de GEI en la región, la posibilidad de que América Latina capte fondos para mantener sus bosques en pie —tal como ha solicitado Ecuador para no explotar el petróleo que se encuentra en el Parque Nacional Yasuní—, crece.
El mecanismo REDD
Parte del Fondo Verde Climático será destinado al mecanismo denominado Reducción de Emisiones por Evitar la Deforestación y Degradación de Bosques (REDD), que forma parte de los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL) —incluidos en el Protocolo de Kyoto— y cuyo objetivo es reducir las emisiones de los seis GEI que causan el calentamiento global: dióxido de carbono (CO2), gas metano, óxido nitroso, hidrofluorocarbono, perfluorocarbono y hexafluoruro de azufre, estos tres últimos gases industriales fluorados.
Según Calvo, “este tema ha avanzado exitosamente y cuenta con una serie de salvaguardas sociales y ambientales para prevenir cualquier uso perverso del mismo”.
Algunos países de la región como Brasil, Colombia, Ecuador, México y Perú, al igual que organizaciones ambientalistas internacionales como Greenpeace o Conservación Internacional, han coincidido en impulsar este complejo mecanismo que permite a los países desarrollados pagar para mantener los bosques en pie en otras regiones del mundo, de tal forma que estos importantes sumideros compensen lo que ellos no están reduciendo.
Greenpeace, sin embargo, ha alertado que no queda claro de dónde saldrá el dinero para el Fondo Verde Climático, y habrá que debatir qué regiones tendrán la prioridad para acceder al mismo.
Una región particularmente vulnerable al cambio climático es el Caribe, parte de la cual podría llegar a desaparecer con la elevación del nivel del mar a consecuencia del cambio climático. Según la Alianza de Pequeñas Islas Estado (AOSIS, por sus siglas en inglés), formada por naciones del Caribe, África y Oceanía, el aumento de 1 metro en el nivel del mar para el 2100 podría significar un retroceso de 100 metros en la línea costera, provocando daños superiores a los $6 millardos anuales.
Infraestructura básica, hospitales, escuelas, viviendas, tierras agrícolas e instalaciones turísticas se encontrarán en riesgo, particularmente en Bahamas, Belice y Trinidad y Tobago. Los daños podrían ser mayores, ya que las estimaciones no toman en cuenta el derretimiento de los glaciares, huracanes y tormentas tropicales cada vez más intensas, o la pérdida de coral.
Autor: Ramiro Escobar
Fuente: Noticias Aliadas
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