miércoles, 14 de septiembre de 2011

Cuando desobedecer nos hace dignos

Al poder hay que enfrentarlo y hablarle sin miedo. Hay que tomar riesgos y ejercer el derecho a ser escuchado, cuando se reclama que vivimos en una democracia.

BORIKEN - Esta vez no fue solo calle. Fue avenida, la Pennsylvania para ser exacto, frente al número 1600 que ocupa la Casa Blanca. Cogí calle con ellos, con los Massol, aunque me quedé anclada en la Isla.

La fluidez con que se transmitió la experiencia de los portavoces de Casa Pueblo frente a Casa Blanca el 3 de septiembre pasado, nos permitió sentir y aprender lo que es desobedecer cuando te tratan con injusticia.

Apenas unos días antes, el doctor Arturo Massol Deyá recibía la invitación de unirse a un grupo de opositores al gasoducto de Puerto Rico en Nueva York, quienes a su vez protestarían en Washington D.C. por otro tubo, en este caso, un conducto de arenas bituminosas (tar sands) que viene cruzando la nación desde el Canadá hasta casi la frontera mexicana.

Grupos como Tar Sands Action y Friends of the Earth habían organizado una manifestación que duraría varias semanas en la cual ciudadanos de toda la nación se sentarían en la calle frente a Casa Blanca para reclamarle al Presidente Obama que paralice el oleoducto conocido como Keystone XL.

Este proyecto de inversión privada transportaría a través de 1,700 millas de fincas, comunidades y ecosistemas frágiles, un combustible fósil viscoso, como el bitumul que conocemos, el cual para ser procesado genera gases que afectan el balance climático y gasta cantidades significativas de agua, afectando el suministro a muchas comunidades.

El ingeniero Alexis Massol González, fundador de Casa Pueblo de Adjuntas, en calidad de recipiente del prestigioso Premio Goldman Environmental en el 2002, decidió participar junto a su hijo en el último día de esa jornada.

Llegaron a la capital federal con objetivos bien definidos que incluían solidarizarse con los protestantes del oleoducto, denunciar el cabildeo en las agencias para aprobar el tubo local, exigirle al Presidente que sea consistente en su política de energía renovable, exponer la situación en la Isla y lograr alianzas con grupos a nivel internacional, y convocar a otros premios Goldman a unirse a las luchas contra estos dos tubos de la muerte.

Minuto a minuto seguí por las redes sociales su emocionante tarea de ser desobedientes junto a centenares de gente digna de toda la nación. Desobedecer, porque la ley impide hacer protestas frente a la casa del Presidente.

El objetivo no era ser arrestados. Eso era una posibilidad, pero no era el fin. Los riesgos de ser apresados eran mínimos frente a la inmensa oportunidad de reclamar justicia y respeto en un escenario con tantas miradas atentas.

Primera lección: aprender el valor que tienen los premios internacionales. Alexis resultó ser una de las personas más influyentes en lo que los organizadores del ‘rally’ catalogaron como la protesta más importante en los últimos años.

Su galardón, conocido popularmente como el “Nobel” del ambiente, le abrió camino para convertirse en uno de los principales oradores de la jornada.

Su voz se oyó con respeto. Sus expresiones sencillas, pero profundas, calaron en los cientos de estadouni-denses allí presentes que al momento de su arresto le corearon en apoyo, con un típico acento gringo, pero en reconocible español, “No al Gasoducto” en referencia al tubo boricua.

Segunda lección: tenemos que ser solidarios si queremos unidad y apoyo.

Localmente hay suficiente trabajo para lograr parar el tubo. Pero esos tres o cuatro días en la capital del imperio, como algunos le llaman, fue una movida táctica importante, que añadió apoyo a la causa local, pero sobre todo, demostró la sensibilidad y solidaridad planetaria, porque la lucha de ellos en el Norte también es la nuestra.

Tercera lección: no tenemos que pensar igual en todo para lograr alianzas y luchar mano a mano.

La diversidad en muchos aspectos de los protestantes en manifestaciones como esta es evidente, mas no es un obstáculo para trabajar estrategias conjuntas y respetar los estilos de lucha. Aquí en Puerto Rico tenemos mucho que aprender sobre esto.

Cuarta lección: al poder hay que enfrentarlo y hablarle sin miedo. Hay que tomar riesgos y ejercer el derecho a ser escuchado, atendido y servido, cuando se reclama que vivimos en una democracia.

El Presidente Obama no puede simplemente tener un discurso a favor de la energía limpia y liderar agencias que aprueban proyectos que van por un camino opuesto.

Quinta lección: la Policía tiene que aprender a respetar y defender los derechos de los que protestan. Salvo varios incidentes por imprudencias en el arresto de algunas mujeres, el proceso de detener a los protestantes -poco más de 200 solo ese día- fue juicioso, organizado, respetuoso.

Los Policías del Distrito Federal sabían que no arrestaban a delincuentes y trataron con dignidad a los participantes.

En estos momentos cruciales que vivimos en la Isla, donde la voz del ciudadano común se ahoga cada vez más en leyes que criminalizan la protesta y agencias monopolizadoras de servicios que abusan del pueblo, la desobediencia civil es una estrategia válida.

En Washington lo saben y saben cómo manejarlo, respetando la libertad de expresión. Acá, habrá que ver cómo nos tratan cuando cojamos calle.

Fuente: La Perla del Sur

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